Nuestro primer gran desafío de este semestre de formación artística, en donde fomentamos los procesos de creación plástica en los niños y jóvenes de las Etapas 3 y 4 del colegio, era, sin dudas, la elaboración de los dos grandes murales en la fachada del taller de arte que representan de cierta manera, un primer mensaje de creatividad, cultura y optimismo para toda la comunidad. Los murales conllevan retos particulares, por su formato, es necesario planificar el diseño, para anticiparse al efecto final de la obra. Sin embargo, esto suele significar un control excesivo sobre la espontaneidad creativa de los participantes y no es una gran idea iniciar una relación que tiene como propósito potenciar la capacidad creadora, dando tantas instrucciones específicas. Por ello decidimos plantear una estrategia de creación colectiva, que suma todas las singularidades, todos los caprichos de la línea y la fantasía, pero que al final conforma un tejido, que logra encontrar la armonía recóndita en el uso de las figuras geométricas primordiales, se trata de abstracciones muy saturadas, muy barrocas, tanto en su forma como en su color, pero que en su juego intermitente y aleatorio, encuentran su propio equilibrio por los ritmos de las figuras y los diseños.
La experiencia ha sido en verdad satisfactoria, logramos componer dos grandes obras con la participación de todos los alumnos/as. El mural que queda en la parte derecha cuando nos ubicamos de frente al taller, está gobernado de alguna manera por los colores violetas, el único color que se atreve a disputar su hegemonía es el amarillo, que se contenta con dispersar heridas geométricas por todas partes. Sin habérnoslo propuesto conscientemente, un poderoso círculo se consolida como tema fundamental en la zona izquierda. Las escasas áreas de negro profundo también se destacan, permiten que la mirada encuentre sosiego y ayudan a perfilar y estructurar los diseños.
En el otro mural que, a pesar de seguir el mismo procedimiento, los resultados han sido distintos, se puede dilucidar una historia, una narración surrealista. Un conejo rojo llega en una fastuosa nave repleta de vibrantes células, corpúsculos, neuronas y moléculas, allí es recibido por las montañas y los árboles en una celebración bulliciosa y desproporcionada.
Sin duda los objetivos se han cumplido aquí, por una parte, tenemos dos obras que representan muy bien la filosofía de nuestro colegio y de nuestro taller de arte, que es la de consolidar una percepción creativa del mundo. Por otro lado, la oportunidad, cada vez más urgente, de pasar un tiempo lejos de las pantallas con un pincel, una pintura y una superficie en blanco para poder configurar nuestros universos simbólicos, nuestros imaginarios, así como alguna vez nuestros antepasados lo hicieron y con ello iniciaron todo el proceso cultural de la civilización… regresar a esa acción primigenia con los jóvenes y niños es terapéutico y necesario para todos.
Gerineldo Campos. Profesor de Arte.
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