Pedagogía remota

Estamos cerrando uno de los años más complejos de nuestras vidas, pero podemos decir sin duda alguna, que logramos sobrevivir la pandemia y la crisis social que ella evidenció, asumiendo todos y cada uno de los retos que encontramos en el camino. 

Desde el año pasado, por unos meses que parecían eternos, el Claustro habitó difícilmente en jardines y salones silenciosos, huérfanos de nuestros niños y niñas.  Sin embargo, aprendimos rápidamente a entender el mundo pedagógico remoto, en medio de la incertidumbre con ese sentimiento familiar propio de nuestro colegio, que nos ayudó a mantenernos unidos y a sentirnos todos muy acompañados. Compartimos las angustias y tristezas ante la partida de tantos seres queridos y nos recordamos el cariño como la mejor medicina en casos de emergencia. 

Vale la pena resaltar la titánica labor de nuestros maestros y maestras quienes pusieron en primer plano su vocación y ese afecto auténtico que siempre los ha caracterizado. Logramos un regreso gradual progresivo y muy feliz, tal como lo expresaba constantemente toda la comunidad. 

En medio de protocolos de bioseguridad y aprendiendo a cuidarnos los unos a los otros, empezaron las clases, esta vez aprovechando aún más el bello entorno de la finca con ese aire tan puro de nuestra montaña. Poco a poco se desarrolló una Expociencia en la que todos, grandes y pequeños, manejamos términos científicos muy especializados sobre virus, síntomas y cuidados, porque así nos lo enseñó la vida. La palabra de los niños resonó con toda su vitalidad en eventos como Mi libro y Mi Tema, en los que ellos y ellas son los mejores maestros y maestras y nosotros, los adultos, los más atentos alumnos. El arte en todas sus manifestaciones coloreó de nuevo el auditorio, los muros y los corredores en el Festival de la Cultura. La niños y niñas de la banda del colegio nos alegraron una vez más desde el nuevo salón de música y el auditorio que tanto los extrañaba.  

De manera juiciosa, los programas se desarrollaron en su totalidad y el departamento de Psicopedagogía supo acompañar las no pocas dificultades que traían los niños después de unos meses de encierro y todas sus limitaciones por la falta de socialización con sus pares. Se fortaleció la escuela de Padres, con la valiosísima guía de nuestras psicólogas y los no menos importantes aportes del Consejo de familias. En diciembre graduamos la promoción 52 del Claustro, un grupo de jóvenes gentiles y brillantes y junto a ellos nos graduamos todos con una gran mención de solidaridad y resiliencia. Por ese logro, una gratitud inmensa a toda nuestra bella comunidad.

Sí, fue un año muy complejo, pero lo cerramos con inmenso amor y la esperanza de un año lleno de salud para todos.

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